El viento susurra en las noches sombrías,
la luna, testigo de todas las penas,
y el cielo, gris como mis pensamientos,
se cierne sobre el mundo y me aplasta.
Me siento pequeña, perdida en la bruma,
sin rumbo ni faro que guíe mis pasos.

La vida solía ser un juego, un canto,
los días llenos de sueños y risas.
Hoy, la casa es jaula, prisión que asfixia,
donde el aire pesa como un muro frío.
El amor, el drama, el misterio oculto,
todo ha dejado su rastro en mi alma.

En mi corazón hay,
oleadas de rabia, tristeza infinita.
Las preguntas flotan como nubes negras,
sin respuestas, solo ecos vacíos.
¿Por qué te fuiste? ¿Por qué nos dejaste?
¿No sabías cuánto te necesitaba?

Los planes que hice, los sueños que tuve,
todo quedó en un rincón olvidado.
Tu ausencia es sombra, hielo que me atrapa,
silencio que grita en cada rincón.
Quisiera romper, tirar, golpear muros,
gritar al cielo hasta que me escuche.

El taller de carpintería está vacío,
las herramientas ya no tienen dueño.
Tus manos ya no dan forma a la madera,
ni tu risa llena el aire con vida.

Quisiera gritarte, golpearte el pecho,
hasta caer rendida en el suelo frío.
Quisiera culparte por dejarnos solos,
por irte sin una palabra, sin un adiós.
¿Por qué te fuiste? ¿Por qué te atreviste
a dejarme sola en este mar de dudas?

Pero aunque te grite, aunque te reclame,
sé que no volverás, que ya te has ido.
Y debo encontrar, entre tanto caos,
la fuerza para levantarme, para seguir.
Aunque el dolor sea como un río bravo,
aunque la tristeza me hunda en su abismo.

No es fácil avanzar cuando el corazón
se siente roto, herido y traicionado.
Pero en algún lugar, entre las sombras,
debo encontrar la luz, la esperanza.
Porque aunque te fuiste, aunque ya no estés,
tu amor sigue aquí, en mi pecho, eterno.

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